Esta es la breve historia de nuestro exitoso intento, aunque no sin pocos tropiezos, de salir de la inexpugnable Isla de Tierra del Fuego.
Recordando a los presos del Penal de Ushuaia a principio del siglo XX, donde no había murallas, sólo el mar de un lado y las montañas del otro......
Partimos de Ushuaia a las 9 de la mañana soportando una persistente llovizna que continuó hasta después del Paso Garibaldi, el cual gracias al agua caída pudimos disfrutar sin polvo volando por todas partes.
Todo transcurría con tranquilidad. Ya sin lluvia, 40 km antes de Tolhuin una sensación de ripio muy malo, aunque a la vista no era tal, me alertó sobre una probable pinchadura. Confirmado, cambiamos la cubierta en pocos minutos aprovechando el auxilio lateral que evitó tener que vaciar todo el baúl para sacar la rueda que está debajo del mismo. Continuamos hasta Tolhuin donde luego de recorrer dos gomerías cerradas encontramos quien repare el tajo de la cubierta.
Seguimos nuestra travesía hasta la frontera donde pasamos sin problemas y tomamos el recomendado camino de Onaisin, que no resultó tan bueno como decían, pero mejor que la ruta tradicional. En el trayecto el extremo del caño de escape quedó colgando del soporte y fue golpeando el piso produciendo un ruido latoso bastante molesto. Lo até con un hilo pero en pocos kilómetros volvió a entonar su rítmico traqueteo.
El cálculo de tiempo daba para llegar antes que salga la balsa de las 18:15. Al no tener mapa de la zona nos confundió un poco la bifurcación que llevaba, o directo a Bahía Azul, o pasando por Cerro Sombrero. Elegimos esta opción para cargar combustible y a las 18:05 estábamos en la cola de la balsa.
Todo estaba listo para abandonar La Isla. Llegó la balsa, pero al intentar arrancar el auto nos dimos cuenta que escapar no iba a ser tan fácil. Ni el más mínimo atisbo de contacto eléctrico. El auto estaba muerto.
Consultamos al responsable de la carga y nos dijo que si alguien nos remolcaba podíamos subir. Se lo solicitamos al señor chileno delante nuestro con una 4x4, pero muy poco amablemente nos miró con soberbia y siguió su camino hacia la rampa. Me empujaron cuesta abajo y tampoco arrancó. Les pedí a unos muchachos argentinos que me presten la batería del auto y al conectar los cables tampoco pude ponerlo en marcha. El problema era más grave de lo esperado. No me podían remolcar por no tener gancho y pese a que ya tenía la cuarta colocada en el paragolpe delantero no conseguí a nadie que me remolque. Todos tenían apuro por entrar, y la última 4x4 no pudo acomodarse y se tuvo que bajar por falta de lugar.
La balsa salió en horario y nosotros viéndola partir, anclados en La Isla.
A la primer camioneta que se acercó le pedí nuevamente la batería pero esta vez quizás recordando lo que hice en Torres del Paine por sugerencia del dueño de una 4x4, conecté el negativo a la masa en lugar del borne de la batería. Arrancó, y un suspiro inundó el Estrecho de Magallanes. Ahora había que esperar hasta las 20 hs con el motor en marcha. Nos comenzó a preocupar la cantidad de combustible. Regulando el consumo es mínimo, pero ya no teníamos el bidón de reserva que usamos antes de pasar la frontera para no tener que regalarle nafta a nadie. Igualmente con la carga en Cerro Sombrero no deberíamos tener problemas.
A las 19 hs nos entusiasmamos al ver la otra balsa llegando, pero así como paró cargó un camión de combustible y salió de nuevo para la costa opuesta. Finalmente a las 20 hs subimos, y manteniendo el motor en marcha, cruzamos el estrecho bajo un cielo cubierto, viento y unas olas que nos hicieron sentir que el estrecho no es un lago.
La Isla había quedado atrás, pero nuestros problemas no. Ya anochecía, y partiendo hacia Monte Aymond sospeché algún problema eléctrico en las luces como ya había sucedido 10 días antes en el Paine. Encendí las luces de posición sin ningún problema. Al intentar prender las cortas se cortó la corriente de todo el auto, por suerte al estar en movimiento continuó en marcha. Faltaban 56 km para la frontera, ya llovía, y sin luces cortas, la situación se ponía negro oscuro. La consigna era llegar como sea al paso fronterizo y desde el lado argentino llamar al auxilio del Automóvil Club que nos guíe los 67 km hasta Gallegos, o nos remolque. Si venía un auto de frente con una linterna tipo baliza Patricia hacía señas para que nos vea ya que las luces de posición delanteras apenas se distinguen a la distancia. Cerca de las 21:30 pasamos el control chileno sin parar el motor, y ya en oscuridad total hicimos los 500 metros detrás de otro auto hasta la Aduana Argentina. Llamamos al ACA, y al confirmarnos que venía, apagué el motor. Hasta ahí habíamos llegado. La Renoleta sufriría la humillación de ser remolcada.. De bronca con una patada certera logré separar el pedazo de caño de escape del soporte. Aquellos 60 centímetros de caño abollado y oxidado quedaron a un costado del camino en Monte Aymond, como mudo testigo del camino que no perdona.
Un gendarme escuchó mis maldiciones y se acercó para ayudarme, dijo ser mecánico y ya se iba a su casa. Mientras fue a buscar una batería me indicó de ir sacando los bornes de la batería. Al quitar el negativo y soltarlo, oh sorpresa!, el cable completo terminó en el asfalto. Empezamos a buscar de dónde se había cortado y finalmente descubrí que estaba conectado a la caja de velocidad a un tornillo haciendo masa. Apenas reconectamos nuestra batería, con otro gendarme que también se acercó para ayudar, y apoyamos el cable en dicho lugar, el auto revivió con todas sus luces prendidas. A volver el mecánico acondicionó el cable y lo conectó a otro tornillo del chasis ya que al tornillo original quedaba corto. En pocos minutos ya habíamos suspendido el servicio de remolque, y estábamos listos para recorrer los últimos kilómetros de ripio a Río Gallegos. Rogelio López, que así se llama quien tan amablemente se ofreció a ayudarme, no aceptó que le diera unos pesos para compartir con sus compañeros en un asado al día siguiente. Sólo me dijo que algún día yo lo iba a ayudar a él en alguna ruta.
A las 23:55 de ese largo día, llegamos a Gallegos, con lluvia, tan persistente como la que habíamos tenido esa mañana saliendo de Ushuaia, en nuestra exitosa..... Fuga de La Isla.